La revisión de las rutinas e inercias en los procesos educativos universitarios en tiempos de confinamiento y posconfinamiento
La pandemia causada por el virus SARS-Cov-2, conocido popularmente
como COVID-19 ha sido, sin duda, por sus alcances globales y el número de contagios y fallecimientos que causó, la peor crisis de salud que ha vivido la humanidad en la época contemporánea. Todos padecimos, aunque con distinto grado de intensidad y efecto en nuestras vidas y las de nuestros seres queridos, el efecto expansivo del virus que llegó a abarcar prácticamente todo el planeta y fue tratado con políticas muy diversas, algunas más exitosas y otras muy trágicas en sus resultados, por los gobiernos y la sociedad de cada país. Durante prácticamente dos años, esta pandemia tuvo confinada a la mayor parte de la humanidad por el riesgo de los contagios, la alta morbilidad y mortalidad. En cuestión de días tuvieron que diseñarse estrategias para mantener lo más activas que fuese posible las instituciones, empresas y sistemas que conforman el sistema mundo. Entre estos campos que tuvieron que adaptarse aceleradamente se encontró, sin duda, el de los sistemas educativos que aceleraron un tema que venía hablándose mucho, pero
aplicándose muy lentamente, desde hace al menos dos décadas: el del uso de las tecnologías para el aprendizaje y la comunicación (tac) en la educación formal de todos los niveles y al mismo tiempo, visibilizaron con toda contundencia la enorme brecha digital entre los alumnos de distintos estratos sociales.