Puertas adentro
Cuentos citadinos
Habitar una ciudad carcomida por la insatisfacción y el hacinamiento es, para quienes la habitan, la experiencia amarga de la metrópoli. Como la ciudad, las siguientes historias, se cuentan desde dos modos de habitar. El primer modo está compuesto por una serie de relatos cortos, que cobra vida (y noté el lector la ironía de la palabra vida) en un edificio de departamentos donde la deshumanización, la individualidad y las pasiones suceden “puertas adentro”. Nadie sabe ni nadie supo qué mundos chocan sin romper la estructura egoísta del desinterés social. Las historias que se fraguan suceden en un espacio delimitado, no por personas sino por números, a la manera de celdas de una colmena o de una reclusión forzada.
El segundo modo de habitar es más extenso en dimensión y planteamiento, puesto que los personajes están inmersos en equívocos familiares, ambigüedades convertidas en pesados rencores y recuerdos agazapados como fieras venganzas a punto de atacar.