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Reseña

La pandemia de COVID-19 ha implicado un reto mayúsculo en todo el mundo. El trabajo y el empleo han sufrido transformaciones importantes en el proceso de adaptación a nuevas realidades y procesos signados por la incertidumbre. La diferenciación entre trabajos esenciales y no esenciales condicionó la suerte de los trabajadores. El teletrabajo ayudó a evitar un aumento del desempleo pero, muchos hogares se convirtieron también en centros de trabajo con las consiguientes repercusiones en las dinámicas familiares. Algunas actividades económicas respondieron con eficacia a las necesidades que el confinamiento imponía, pero su funcionamiento implicó que muchos trabajadores asumieran altos riesgos para su salud; tal es el caso de las entregas a domicilio o el transporte de pasajeros. La necesidad de continuar trabajando en un contexto de riesgo dejó de manifiesto la necesidad de contar con una red de protección social ante situaciones de emergencia.
Esta coyuntura permite observar las implicaciones que han tenido los cambios a corto plazo y reflexionar sobre los posibles cambios a largo plazo. Si estas modalidades de trabajo tienen el potencial de mantenerse de forma permanente y generalizada, es indispensable garantizar que sea compatible con el cumplimiento de los derechos laborales, a través de regulaciones, cambios legislativos y políticas públicas adecuadas.
Por otro lado, antes de la pandemia, las altas tasas de informalidad, la baja tasa de participación económica femenina, las dificultades de los jóvenes para iniciar su vida laboral, la falta de protecciones en el trabajo y la insuficiencia de los ingresos para cubrir las necesidades era una realidad abrumadora. Esto no ha cambiado mucho después de la pandemia.
Por ello, es necesario insistir en la necesidad de generar un crecimiento económico que contribuya no sólo a resarcir los daños de la pandemia, sino a disminuir las problemáticas estructurales que amenazan el bienestar de los trabajadores. Es bien sabido que el crecimiento económico sostenido es necesario, pero no suficiente para la generación de empleo de calidad, ya que por sí solo no se traduce en más ni mejores empleos, especialmente para los sectores más pobres, vulnerables y aquellos en riesgo de quedar marginados.

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