Reseña

A mediados de 2019 convocamos a un conjunto de investigadores de primera línea de México
y América Latina, cuyos trabajos cruzaban, directa u oblicuamente, la cuestión del archivo, para
que compartieran sus reflexiones por escrito sobre los usos, alcances y límites que la noción de archivo tenía en sus investigaciones.

Tras una revisión bibliográfica sobre investigaciones publicadas en México, llegamos a la conclusión de que el tema del archivo, de forma paralela e intersecada con los debates públicos en torno a la memoria, había experimentado un arraigo en la investigación filosófica, humanística y social. Un rasgo que destacó a primera vista fue que el archivo no era solo una instancia material e institucional empleada como médium para conocer el pasado lejano o cercano (interrogar en el archivo), sino que podía aparecer también como objeto problemático (interrogar al archivo) y, quizá lo más llamativo, como categoría de análisis (interrogar desde el archivo).
Todos estos usos y dimensiones eran susceptibles de cohabitar y mezclarse en una misma investigación.

No obstante, el arraigo de la cuestión del archivo, a nuestro juicio, no había acarreado un esclarecimiento mínimo sobre los diversos sentidos del archivo, más allá de la fácilmente constatable situación de que éste había dejado de ser solamente un depósito de conjuntos documentales de carácter administrativo, histórico o personal, así como el espacio físico que los contenía
y la institución que los gestionaba.

El archivo, al igual que la metáfora de la “huella” popularizada desde la década de 1930 por Marc Bloch para referirse a los documentos, estaba colocado en una zona lábil entre el concepto y la metáfora. En otras palabras, el archivo estaba excedido: parecía necesario hacer el esfuerzo de recorrer sus nuevos lindes o, al menos, comenzar a aclarar la heterogeneidad de sus usos actuales. Si acaso alguna vez lo fue, el archivo había dejado de ser un problema exclusivo de conservadores de documentos, archivistas e historiadores.