Reseña

Una crónica es una especie de ventana desde donde se miran ciertos acontecimientos que han transcurrido en un periodo de tiempo y contexto determinado. Éste es el caso de las que aquí se presentan. Se sitúan en una era que parece terminar y cuyas turbulencias han hecho que la vida en varias latitudes transcurra con una combinación de vorágine y sentido de impotencia, al haberse perdido los anclajes que, no hace mucho, daban soporte bajo una cierta configuración. Sin embargo, sus relatos parten de la consideración de que esta desestructuración está lejos de ser universal, ya que hasta la fecha no parece alcanzar todas las regiones que componen el completo y entreverado tapiz planetario, ni siquiera englobar en su totalidad a las sociedades que están padeciendo la pérdida de su hegemonía.
Lo ineludible es el alcance de la tecnología de la información, que ha generado una conectividad generalizada. Ésta permite enterarse de agobios cercanos y lejanos, saber qué sucede con los seres que importan e intercambiar con ellos las novedades del día. También posibilita indagar toda clase de temas en esa gigantesca biblioteca en la nube que ha ido sustituyendo las formas tradicionales de conservar el conocimiento acumulado. Aunque el acceso a dicha tecnología es desigual, como lo es su calidad y potencia, su uso se ha vuelto moneda corriente para conseguir un trabajo o poder realizarlo. Esto es particularmente cierto para esa querida y afanosa juventud que persiste con proyectos muchas veces abortados o interrumpidos, pero que también sorprende con sus formas creativas de salir adelante.
Si bien esta conectividad ofrece una variedad de opciones para realizar tareas que antes estaban circunscritas a ciertos canales disponibles en cada sociedad, también sirve de vehículo eficaz para diseminar catarsis emocionales y visiones catastróficas. Como se vive a diario, es un medio para difundir discursos orientados a reforzar las filas de los enemigos culturales, políticos y económicos; que infectan continuamente los lazos sociales con mensajes distorsionados y amarillistas, afirmando sobre ciertos eventos que nadie puede librarse de ellos.
A partir de esta base, las narraciones sólo pretenden seguir algunos hilos desplegados desde este mito de poder fundacional. No aspiran a localizar el epicentro telúrico que ha removido los cimientos de varias sociedades, ni mucho menos a determinar su fuerza de choque en la totalidad de sus dinámicas o su alcance en otras matrices socioculturales distintas, cuya trayectoria sociohistórica y cultural ha seguido otros senderos.
Desde la oscura piel tersa y ambarina de escritos conservados en estanterías personales, públicas o en la nube digital, estas voces conforman un jardín de opciones tatuadas en títulos provocadores. La mente y la mirada pasean por sus entreverados recovecos con el fin de configurar espejos reflexivos sobre el enjambre de calamidades que actualmente plagan la vida de tanta gente. Con distintas tonalidades y testimonios, sus ecos ayudan a repensar lo que ahora se muestra y se dice, inspirando así nuevas posibilidades de lectura para un tiempo cruzado por enormes contradicciones y paradojas.
En este jardín hay de todo. Algunas voces, surgidas en épocas que ya no se reconocen, ofrecen agudas enseñanzas que no han perdido vigencia para interpretar nuestro tiempo. Goethe, Oswald Spengler, Arnold Toynbee, Ortega y Gasset, Vladimir Jankélévitch, Eduardo Nicol, Marshall Berman, junto a pensadores más recientes, emergen para contrarrestar los aluviones de estudios que pecan de una atemporalidad abstracta o, por el contrario, de un inmediatismo urgente. Desde distintas posturas, sus observaciones permiten rastrear el posible advenimiento de un estado de lo social que hoy parece inédito, cuando en realidad no está escindido de su despliegue sociohistórico. Estas voces resurgen de las arenas del olvido para alertarnos de no caer en la trampa de una visión que, ocultando la parcialidad de sus mitos fundacionales de poder, se asume como la única realidad universal e inexorable.
Hay de todo. Como se ha dicho, estas crónicas no sólo se apoyan en dichas voces, sino que apelan a la necesidad de escucharlas y resignificarlas en un tiempo como el nuestro, que nos hiere todos los días. ¿Qué pueden decirnos? ¿Podemos vernos en el espejo reflejante de sus enseñanzas? Ante los graves problemas que se extienden por distintas geografías, ¿apuntan a los estragos de un colapso o decadencia civilizatoria universal que arrastrará a todo el mundo al abismo, al parto doloroso de un nuevo orden o sólo al reajuste dramático de una órbita particular que se resiste al quiebre y la disipación?
Con base en dicha premisa, los relatos de estas crónicas se aventuran a tejer una serie de movimientos temporales entreverados. La primera crónica recoge ciertas sentencias proféticas elaboradas en el siglo pasado por varios pensadores sobre el futuro más factible para las sociedades actuales y el modelo de vida que han orbitado alrededor de los mitos de poder occidental. Moviéndose en el campo de la posibilidad y no en el de la determinación, tales profecías se ponen en contrapunto con la manera singular en que se han cumplido en nuestro tiempo presente. La segunda crónica se centra en el tránsito descendente que representa la desestructuración de este modelo de vida, pero ahora el “movimiento de reversa” se establece con respecto a ciertos estados de lo social ya registrados en épocas pasadas. Para ello, se aventura a plasmar la reincidencia de ciertos patrones estructurantes que parecen deslizarse por el arco de temporalidades subterráneas. Por último, y tomando en cuenta el recorrido por esta madeja de tiempos entretejidos en las dos primeras crónicas, la tercera apela a no quedar atrapados en el horizonte cerrado que actualmente domina, sino a abrirse camino entre las brumas. Esto se logra al reubicar el despliegue incierto del presente en el terreno de lo posible, es decir, en entretiempos diversos que contienen y pueden generar simientes para enfrentar los tiempos turbulentos actuales, considerando esta época como un tránsito hacia otra fase donde sean factibles formas de vida y estados de lo social distintos.
Poco puede decirse del futuro. En las actuales circunstancias, ningún sobrevuelo puede determinar lo que ha de venir. A diferencia de los tiempos en que se elaboraron las profecías históricas aquí evocadas, el campo de lo posible ya no está anclado en ningún mito que prometa la continuidad y progreso de un determinado modelo de vida. La trama del mundo contemporáneo se enmaraña en una inabarcable gama de realidades y fuerzas globales con potencia entrópica desatada. El torbellino vertiginoso en que esta trama se teje y desteje no permite siquiera vislumbrar qué procesos muestran visos de imponer el derrotero más factible de instalarse. En la actualidad, el universo de lo posible parece ampliar sus márgenes cada día, y lo insólito puede surgir en cualquier momento.
Si bien vivimos un clima plagado de peligros y horrores que tensionan el descanso, amargan los alimentos, inundan las conversaciones y saturan los actos cotidianos, también constatamos esfuerzos que, haciendo gala de una creatividad novedosa, pueden resonar colectivamente para bifurcar hacia otros climas y modos de vida. Los recursos de estas búsquedas son vitales tanto para hallar anclajes en estos tiempos aciagos como para enfrentar los desafíos venideros.
Estas crónicas apelan a sumarse a tales esfuerzos combatiendo la desmemoria histórica y cultural que, reptando sigilosamente, sólo se lamenta por los procesos destructivos y aberrantes de las últimas décadas. Invitan a explorar en los archivos de la historia y la experiencia acumulada de los pueblos la riqueza y creatividad de aquellos estratos humanos, sociales y culturales que se resisten a ser aniquilados, así como de aquellos que emergen de nuevas raíces.
Está claro que en esta búsqueda no se encontrarán fórmulas salvadoras. Lo que pueda diseñarse para navegar estos tiempos turbulentos será objeto de innumerables ensayos llevados a cabo por distintas generaciones. Sólo cabe decir que dicha tarea no estará exenta de tropiezos, pues, en la espesura de contradicciones y paradojas que reviste el vivir humano, el error es consustancial a la exploración de lo posible.