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Reseña

La interculturalidad parece llevar en sus entrañas el desafío ético fundamental: reconocer al que es diferente (el otro) como semejante y tratarle con respeto y dignidad.
Porque no siempre, nos lo recuerda la historia, se ha considerado humano a quien difiere en cultura, origen o fenotipo. Y porque parecen aflorar en el mundo regionalismos que excluyen y atacan a quien es diferente.
El reconocimiento de la dignidad de toda persona humana nos lleva a considerar que las diferencias son riquezas que nos complementan. Nadie posee todo el conocimiento, ni todos los bienes, ni toda la bondad. Nadie puede decir que es autosuficiente y que no necesita a nadie. Desde un punto de vista teológico, podríamos decir que Dios nos creó incompletos y perpetuamente indigentes. Como seres humanos siempre requerimos de alguien más para configurarnos como personas y como sociedad siempre requerimos de otras sociedades para prosperar. ¡Nos necesitamos!

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