Ignacio Zaragoza:
Soldado de la libertad, 1829-1862
Desde el 5 de mayo de 1862 Ignacio Zaragoza Seguín alcanzó la categoría de máximo héroe nacional, al grado que en cada ciudad y en cada población de México podemos encontrar una escuela y una calle con su nombre. Aquel héroe “que está rasurado y trae anteojitos”, como lo identificó Jorge Ibargüengoitia, se convirtió en un arquetipo de la historia patria: en sus escasos 33 años de vida había sido un militar sin errores, un liberal sin dudas y un ciudadano ejemplar, que había preferido la causa republicana y la patria por encima de la familia e incluso de la vida. Se convirtió también en muchas estatuas: con la espada desenvainada y en actitud de triunfo, un Zaragoza a caballo llama perennemente a batalla en la Gran Plaza de Monterrey, en la Alameda de Saltillo, en la calzada que lleva su nombre en el oriente de la ciudad de México y al pie de los cerros de Loreto y Guadalupe, en Puebla. Además, aquel joven se convirtió en un mito: se le recordó desde entonces como el militar que derrotó al ejército francés o, acaso, como el General en Jefe del Ejército de Oriente. La misma semana en que murió, la leyenda del héroe invicto y del patriota liberal se impuso sobre el hombre que había sido Ignacio Zaragoza Seguín. Las páginas de este libro se aventuran a la búsqueda de la vida que quedó bajo la sombra del héroe.