Siete días en Nicaragua libre
Del 27 de enero al 2 de febrero de 1984 Lawrence Ferlinghetti visita la Nicaragua Revolucionaria. Es un poeta de sesenta y cinco años que lleva en sus manos una semilla que el también poeta Andréi Voznesenski ha recogido de la tumba de Boris Pasternak. Es la semilla de una flor que crece pese a la adversidad. Es el lenguaje de tantos y tantas poetas. Será recibida por Ernesto Cardenal, en ese momento Ministro de Cultura, para recordar un hecho pleno de poesía: la sandinista es una revolución que florece sorteando infortunios. Constancia de esa visita es este diario de viaje que lleva por título Siete días en Nicaragua libre. Ferlinghetti anota entusiasmos, desconciertos, hallazgos y reservas. Es un poeta convencido de que otra realidad es posible y de que se puede alcanzar el cielo por asalto. A Siete días en Nicaragua libre le antecede un magnífico estudio, “El absoluto es inalcanzable”, de Eduardo Rosales, que presenta al poeta de San Francisco, sus avatares vitales y el devenir de su conciencia poética. La traducción, la primera en español de Seven Days in Nicaragua Libre, tiene la particularidad de ser anotada. Los pies de página son una suerte de lazarillo para que quien lee desde el siglo XXI pueda comprender mejor el mosaico de situaciones y personajes que se dan cita en ese registro y en ese momento ardoroso de Latinoamérica. Al término de su diario, cinco meses después, el 4 de julio, un Ferlinghetti esperanzado escribe: “[la nicaragüense] Es una revolución irreversible”. Vivió para ver el revés de esta historia que convocó a más de una generación a vivir la tensión de la utopía.