Punto y seguido
Dicen que el primer amor nunca se olvida.
A veces, desearía que no fuera cierto.
Cuando lo conocí, apenas empezaba a descubrir quién era. Tenía sueños sencillos, una sonrisa fácil, y el corazón lleno de ilusiones. Él apareció como un torbellino: ruidoso, brillante, impredecible. No era lo que buscaba… pero fue lo que encontré. Y eso bastó para que lo pusiera por encima de todo.
Me aferré a una versión suya que solo existía en mi mente. Y cuando por fin se volvió real, ya era demasiado tarde. Ya estaba dentro de mí. Ya era mi todo.
Lo amé con una fuerza que dolía.
Y él… él me enseñó a romperme en silencio.
Me mintió con la misma facilidad con la que respiraba, me engañó tantas veces que perdí la cuenta. Pero lo perdoné cada una de ellas, como si amar significara soportar.
Como si depender de alguien fuera lo mismo que estar viva.
Poco a poco, dejé de ser yo, me convertí en alguien más: más fuerte, más dura… pero también más rota. Porque el amor no siempre salva. A veces, te destruye.
Esta es mi historia.
No es un cuento de amor.
Es la historia de cómo alguien puede perderse en otro… y tratar de volver a encontrarse.