Reseña

Los fieles católicos entendemos fácilmente la relación vital
que une a Jesucristo Nuestro Señor y a la Santísima Virgen,
Madre de Dios y Madre nuestra, la veneramos como
Reina del Cielo, Consoladora de los Afligidos, Auxilio de los
cristianos… Estamos seguros que Ella intercede siempre en
nuestro favor, y por tal razón, acudimos a Ella le imploramos
confiadamente su maternal protección. Nos unimos a Ella
desde que fue profetizada en los libros del Antiguo Testamento,
posteriormente en la Anunciación, en su trabajo callado
y escondido en Nazaret, sentimos compasión por su
dolor en la Crucifixión y la Muerte de su Hijo, nos alegramos
con Ella por la gloriosa Resurrección de Jesús, la acompañamos
en Pentecostés junto con la con los Apóstoles.
Celebramos con alegría y con fe cada una de sus
fiestas; participamos con gusto al acudir solos o peregrinación
a sus santuarios repartidos en los cinco continentes; nos
gusta cantar cánticos en su honor; hacemos sacrificios y
oramos con amor para venerarla; no deseamos que ninguno
la ofrenda; Y queremos cumplir lo que ella nos pide:
“Hacer lo que Él diga” .(San Juan 2.5).
El amor y veneración a Santa María es prueba de
fidelidad del pueblo fiel católico.
Este escrito contiene las enseñanzas, de la Sagrada
Escritura, de la Sagrada Tradición y del Magisterio Eclesiástico
acerca de la Santísima Virgen. Está dividido en dos
capítulos: el primero sobre la Mariología, el segundo sobre
la Virgen de Guadalupe, pues a partir del siglo XVI,
México, nación católica, no ha escatimado su amor por su
Madre Santa.