Las esquinas del infinito
“Agua ardiente, sol mojado”. De la tensa acción verbal del oxímoron y la paradoja se nutre, de manera incesante, la poesía de Héctor Leonel Reyes Mora. La lectura de Las esquinas del infinito incita de inicio a poner en juego el don más caro que se haya concedido a los seres humanos: la imaginación, esa facultad creadora que está a la base del arte:
Las palabras son escarcha/ y techos los cuadernos./ Quien sepa volar leerá,/ quien reestrena su ceguera/ ni cuenta se dará.
Para encaminarse al infinito y doblar a paso compasado sus esquinas no hace falta más que abrir a nuevos ámbitos la ventana del entendimiento luego de bruñir las puertas de la percepción [¡esas lentes preciosas!] hasta dejarlas perfectamente límpidas. Así [el autor no se anda por las ramas]:
¿Quién podrá leerte, sin que quiera ensayar contigo/ el baile que se inicia en las vocales…
Porque leer una obra de ficción es asimismo compartir con el autor el arte de hacer danzar las palabras. Leer un poema es recrearlo; en el festejo, bailar al mismo son de las palabras.
José Luis Rivas