El relámpago y la luciérnaga
El relámpago y la luciérnaga tensa, con una meditación muy bien calibrada, la tradición y la contemporaneidad, tensión en la que Boris Groys cifra lo nuevo. Su mirada respetuosa, aunque distante, de las formas clásicas se distancia asimismo de la poesía contemporánea, que evade la musicalidad o sacrifica el ritmo en capricho de una necia atención al discurso tajeado. El poemario abre con el inconmensurable fulgor que la iluminación del instante poético, tan fugaz como el haiku, coloca al poeta entre la palabra imposible y la posibilidad perdida de nombrarla. El entremés que conforma la segunda sección reviste el culto mexicano de la muerte con el tópico quevediano del amor constante en un diálogo dramático que también cuestiona la temporalidad. Finalmente, el libro cierra con una mirada desencantada de la ciudad, sus ruinas físicas e ideológicas, y su falso augurio de progreso.