Todo el miedo
Durante nuestra existencia nos hemos visto obligados a la supervivencia. El hilo que lo conecta todo es el miedo profundo a lo que viene después, a aquello que no conocemos, al sufrimiento. Los actos comienzan siendo nada hasta que se convierten en apologías reiteradas hacia uno mismo, como robar, por ejemplo. El infierno es el lugar más frío que existe, dijo alguien alguna vez; y es difícil no estar de acuerdo. Actos horribles se han cometido motivados por conceptos absurdos, pero rara vez se han dicho que fue por miedo, y tal vez porque es difícil de admitir. No, con este discurso no se intenta justificar el espantoso acto humano con algo tan simple como el miedo; no, no se pretende hacer una apología de nuestro comportamiento aberrante y desalmado, sin embargo se quiere expandir un poco más al respecto de lo que somos capaces de hacer a los demás. Este discurso busca hacer preguntas al aire. ¿Qué necesidad tenemos de mostrar nuestra supuesta superioridad con los demás? ¿Por qué podemos reír del mal ajeno? ¿Cómo es que somos capaces de hacerlo en muchas ocasiones sin sentir culpa? ¿Estamos de verdad tan aburridos? Un hombre desalmado dijo alguna vez: “Solamente por ser cruel o sádico, o violento, te llaman inhumano. Pero eso no es cierto, porque no hay nada más humano que eso…”.