Crítica del juicio
Este libro es una preparación para la vida en soledad; o, más exactamente, su justificación razonada y, a la vez, pasional. Sin embargo, en medio de su aciago ascetismo anida también una piedad sin falsa bonhomía, una piedad que se expresa en voz alta y a menudo airadamente, pero que no deja de ser piedad. Huyendo de la humanidad, Quignard se pone sin embargo a leerla, y a escribir sin pausa sobre ella. Lee a todos los autores que puede, de manera crítica, sí —a veces exasperada—, pero jamás de mala fe. Porque leer es para él “asentir, con cierta angustia, totalmente, a otro sentir”. He aquí su única confianza en el destino humano. “Ya nada juzgo”, dice, porque en cada juicio se afirma la fidelidad al grupo, al consenso y al status quo; porque detrás de cada juicio se esconde una sentencia de muerte.