Reseña

“Así debe ser la muerte. Algo extraño que se mete en nosotros. Como
el cansancio, e1 aburrimiento, la indiferencia. Que nos inmoviliza y
nos libera al mismo tiempo.” Ramiro Meendoza Elizondo, gatillero
a sueldo, concibe matar como mero trámite, un acto exento de
saña. Una tarde, en una cantina chilanga recibe el encargo de asesinar
a Maricruz Escobedo, ejecutiva y miembro de la sociedad
de élite de San Pedro Garza García, su priinera víctima femenina.
Después de cometer un feroz homicidio en la vía pública diez
años atrás, Ramiro debe volver sobre sus pasos. Debe volver a
Monterrey, al río que compartió con ani1nales y vagabundos famélicos,
a reconocer los rostros de los que fueron, de los que sedan,
sus hijos y su esposa. Avenida tras avenida, en el tránsito sudoroso,
mientras acecha a la mujer que ha de morir, el norte le arroja instantáneas
de su pasado como Bernardo, el Chato, Genaro; de sus
años como corrector de estilo clasemediero aficionado a los ,wésterns,
como nómada en una carretera desolada, como mojado y
presidiario. La podredumbre del basurero donde habitó ha sido
sustituida por locales comerciales en un despliegue de modernización;
pero su fetidez persiste, y él aún alcanza a distinguirla.
Esta nueva edición de la primera novela de Eduardo Antonio
Parra recupera el potente relato de un asesino marcado por el arrojo
de no temer sus bajos instintos y de seguirlos a como dé lugar.
En ella, la barbarie y la poesía conviven en escenas inolvidablemente
violentas que dan paso a monólogos introspectivos y a diálogos
del más rico léxico coloquial, mientras los lectores pasean
por Monterrey, por la frontera de Nuevo Laredo, por el centro de
la Ciudad de México, descritos con la precisión que caracteriza la
narrativa del autor. Con Nostalgiad e la sombra, Parra ha concebido
una obra cumbre sobre la recóndita pulsión de abandonarnos, de
dejar de existir de una buena vez.