MéxicoMéxico
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ISBN 978-607-30-9650-8

Agustín Aragón y el discurso positivista en México

Autores:
Ramírez Vidal, Gerardo
Ramírez Sánchez, Ana Luz
Ruiz Gaytán, Lourdes Dánae
Pichardo Hernández, Hugo
Liceaga Carrasco, Tadeo Hamed
Gutiérrez Rojas, Silvia Elena
Patiño Palafox, Luis Aarón
Jiménez Cruz, Isaura
Hernández Castillo, Diana
Alvarado Martínez y Escobar, María de Lourdes
Martínez Rivera, Luz del Carmen
Gordo Piñar, Gemma
Colaborador:Ramírez Vidal, Gerardo (Compilador)
Editorial:Universidad Nacional Autónoma de México
Materia:Derecho
Público objetivo:Profesional / académico
Publicado:2024-11-08
Número de edición:1
Número de páginas:274
Tamaño:15.5x22.5cm.
Precio:$300
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

El ingeniero Agustín Aragón y León (1870-1954) fue una figura prestigiosa en la cultura mexicana de su tiempo, poco apreciada y peor conocida en la actualidad. Su suerte corrió parejo a la del positivismo en México, que tuvo predominio o presencia entre las escuelas filosóficas durante sesenta años, de 1869 a 1929, pero hoy pesan las cadenas, más que del menosprecio, de los desatinos de las interpretaciones en torno a esa filosofía, en particular, aquel que considera que ella funda en la ciencia el objeto y finalidad de sus preocupaciones y que aplicaban el método positivo por igual a los fenómenos naturales y a las manifestaciones sociales y humanísticas.
El principal representante del positivismo comteano desde 1897, Aragón fue el difusor de aquella filosofía en nuestro país hasta su muerte, ya sea mediante conferencias libres y gratuitas o publicaciones como la Revista Positiva, que él editó y costeó durante catorce años (1901-1914). Liberal juarista, como él mismo se consideraba, se opuso al cientificismo de los intelectuales porfiristas, entre ellos Justo Sierra, a quien dirigió punzantes críticas; maderista y partidario de la Convención Nacional Revolucionaria, se opuso al zapatismo por el que él y su familia se vio arrollado; laico y creyente de la Religión de la Humanidad, se enfrentó a los jóvenes metafísicos y elitistas epígonos de los científicos del Ateneo de la Juventud, y se vio desplazado por ellos. Pero su laicismo y su fe en la ciencia fue una herencia para los mexicanos, quienes debemos conocer sus enseñanzas, parte de las cuales se encuentran en esta publicación.

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