Agustín Aragón y el discurso positivista en México
El ingeniero Agustín Aragón y León (1870-1954) fue una figura prestigiosa en la cultura mexicana de su tiempo, poco apreciada y peor conocida en la actualidad. Su suerte corrió parejo a la del positivismo en México, que tuvo predominio o presencia entre las escuelas filosóficas durante sesenta años, de 1869 a 1929, pero hoy pesan las cadenas, más que del menosprecio, de los desatinos de las interpretaciones en torno a esa filosofía, en particular, aquel que considera que ella funda en la ciencia el objeto y finalidad de sus preocupaciones y que aplicaban el método positivo por igual a los fenómenos naturales y a las manifestaciones sociales y humanísticas.
El principal representante del positivismo comteano desde 1897, Aragón fue el difusor de aquella filosofía en nuestro país hasta su muerte, ya sea mediante conferencias libres y gratuitas o publicaciones como la Revista Positiva, que él editó y costeó durante catorce años (1901-1914). Liberal juarista, como él mismo se consideraba, se opuso al cientificismo de los intelectuales porfiristas, entre ellos Justo Sierra, a quien dirigió punzantes críticas; maderista y partidario de la Convención Nacional Revolucionaria, se opuso al zapatismo por el que él y su familia se vio arrollado; laico y creyente de la Religión de la Humanidad, se enfrentó a los jóvenes metafísicos y elitistas epígonos de los científicos del Ateneo de la Juventud, y se vio desplazado por ellos. Pero su laicismo y su fe en la ciencia fue una herencia para los mexicanos, quienes debemos conocer sus enseñanzas, parte de las cuales se encuentran en esta publicación.