Habitar la casa
Habitar la casa, de Janet Rodocho, nos reconviene en el espacio concéntrico del cuerpo y las honduras del alma. Cuando entramos en su dinamismo, entendemos que vivir es tener tatuados el vacío, la enfermedad y la muerte. Porque habitan esta casa y el corazón lírico: la soledad, el cáncer, las historias que se hermanan en el dolor de «ser un pez, un loco, un perro con hambre». En este aguerrido viaje, la poeta nos advierte que no hay que rendirse para merecer el nombre. Entonces las palabras caen también como goteras de tiempo que nos habitan…
Este poemario fue pensado con la intención de formar parte de su primera novela, sin embargo, se erigió por sí mismo como un ente individual y no hubo más remedio que darle este cuerpo. He aquí el resultado.