Tecnología: Fuente epistémica de la ciencia
Nadie en su sano juicio pondría poner en duda de que existe una estrecha relación entre ciencia y tecnología. Sin embargo, por omisiones de carácter conceptual, su interacción todavía no se acaba de comprender ni por el científico, ni por el tecnólogo ni por el filósofo. Hemos sobrevaluado a la ciencia y tendemos a ignorar por completo el valor epistémico1 y ontológico de la tecnología con tremendas repercusiones socio-económicas para el desarrollo de países como el nuestro.
El problema es que, en general, se ha tendido a pensar que el conocimiento es monopolio de la ciencia, por lo que, al tratar de dar cuenta de la indiscutible relación entre ciencia y tecnología, resulta que no queda claro cuál es el papel que se le debe asignar a la tecnología para que tenga algo que ver con el conocimiento científico. La estrategia más difundida hasta la fecha para conectar a la ciencia con la tecnología ha consistido en asumir que la tecnología debe ser entendida como un producto derivado del conocimiento científico. Pero esta “solución”, aunque está ampliamente difundida, en lugar de acabar con el problema, abre otros más desconcertantes, pues, por un lado, queda un tanto oscuro e incomprensible qué debemos de entender por el término ‘tecnología’ y, por el otro, desorienta enormemente a las políticas científico-tecnológicas que se encargan de promoverlas y financiarlas. Pero lo más grave de este error conceptual es que, al propiciar que se ignorare la manera como la tecnología interviene en el desarrollo del conocimiento científico