Canon City
Todo canon es un efecto de poder, un efecto de poder que se traduce en reglas; es decir, en una norma, en un deber ser. Y es una norma, un deber ser, pienso yo, dirigido a establecer las bases de una lucha contra el olvido, una lucha por la inmortalidad. El ser humano trata de ser eterno, de no morir del todo, de ser inmortal; y en el caso de los artistas, poetas, escritores y demás, éste impulso es más exacerbado, más fuerte, por lo que se busca evitar la verdadera muerte, que es el olvido. Entonces se configura una norma de lectura, en el caso de la literatura, una lista títulos y autores de referencia (porque sin lista no hay canon, ésa es otra cosa que hay que señalar). El canon es una regla, una especie de referente obligante de lo que todo el mundo debería conocer, según cierta perspectiva, en cuanto a la literatura y al arte en general. En esa lista, que el autor irónicamente maneja en Canon City como una ciudad, entran aquellos que son admitidos por quienes tienen el poder de determinar quién entra y quién sale. Eso ha sido dominado por una especie de patriarcado crítico y canonizante, y eso es lo que explica que las mujeres, de por sí fuera de todo canon, incluso político, filosófico, etcétera, hayan sido excluidas también del canon literario durante siglos.