Suplicio
“¡¿Qué fue eso!?” Desperté de golpe. Sudaba como si hubiera corrido por más de una hora. No miento. “¿Qué habrá sido?” Volví a preguntarme, pero, nada. Con tremendo escandalo quién puede tener ideas en la cabeza. A lo más, flacos temblores. Parecía haberse atrapado allí mismo el viento, zumbaba y zumbaba como cuando hace de las suyas encerrado en el jardín. A nada estuvo de reventarme la testa, y el corazón se hallaba acelerado como el motor de una maquina sin freno. “¡¿Qué carajo fue eso!?” Insistí con la pregunta. Jamás había escuchado algo parecido. A la sazón, tuve un presentimiento y enseguida otro y otro más, y así, se me lleno el pecho de presentimientos. Se me helo el cuerpo. Y, por si fuera poco, me quedé paralizado. No miento. Cuanto digo es asunto serio. No me gusta jugar con estas cosas, puedo mentir u ocultar otras, pero nunca los espantos.