El llanto de las begonias
La comunidad campesina, aislada, rezagada, olvidada, manipulada y menospreciada, es un tema recurrente en el pensamiento de Alejandro Durán, en su vida diaria, en su quehacer como antropólogo y ahora como escritor. Así lo develó en su libro "De la Sierra Madre al pavimento", donde los personajes de sus cuentos se resienten de la ausencia de la justicia legal y económica, del derecho a la vida.
El llanto de las begonias bien puede recibir el apelativo de costumbrista o quijotesca, o bien de novela negra o antropológica. Los caminos de sus personajes se entrecruzan de manera casi surrealista, casi como en la vida; atraviesan descarnadamente la realidad nacional, los abusos de poder y el desprecio por el pueblo desde las altas esferas, donde nada se resuelve, donde no existe el karma ni el “más allá”, donde no hay finales felices. La narrativa de Alejandro Durán evoca las voces de autores como Élmer Mendoza (Un asesino solitario), la locura y los sinsentidos de Rafael Bernal (El complot mongol), el tono desfachatado y costumbrista de César López Cuadras (La novela inconclusa de Bernardino Casablanca), al entrañable Belascoarán en No habrá final feliz, de Paco Ignacio Taibo. Con un estilo propio, volviendo sobre sus pasos y sus vivencias, Durán plasma el reclamo de justicia en las palabras que aprendió en su juventud, en los dichos que la comunidad le implantó. Nos confronta con el engaño y sus fantasías, con lo real en toda su crudeza, y al final del día nos golpea en la cara.
Es difícil no anticipar al lector. Basta decir que se trata de una novela bien realizada, de ágil lectura y fiel a los entornos de su autor. Quien continúe después de esta advertencia será sorprendido desde el primer capítulo por una trama que parece iniciar cuando está a punto de terminar. Los más versados descubriran guiños a figuras clásicas, pero todos compartiran la empatía de Alejandro Durán frente a realidades tan dolorosas, empero, no sin mantenerse aferrados a un texto que nos atrapa desde el primer momento.