El mal de ojo que no termina
Crónicas corrosivas
Dice Martín Caparrós sobre el cronista que “cuando decide qué le importa mirar qué no, con quién le importa hablar —y con quien no—, qué tipo de problema le parece familiar y cuál perfectamente ajeno: esas elecciones constituyen el personaje del cronista y, al mismo tiempo, organizan su crónica y le prestan su originalidad —o la falta de ella”.
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Mago Rodríguez, a lo largo de años de escritura, ha logrado construir un personaje punzante, corrosivo, irónico, que en sus elecciones de lo que cuenta, lo que decide contar, cumple precisamente con lo dicho por Caparrós.
Quizá lo más importante no esté en los temas que decide contar (la vida misma: su origen, sus vicisitudes como niña, estudiante, empleada, conviviendo con sus padres), sino en el cedazo por el que los cuela. El mal de ojo que no termina nunca es también un registro sobre una ciudad (Guadalajara) que ya no existe: en la que, por ejemplo, alguien paseaba a un león como si fuera un perro, por las céntricas calles de la colonia Americana.
El que tienes en tus manos es un libro perfecto: divertido, con historias de la vida real que bien nos pudieron pasar a cualquiera, que conecta de inmediato con el lector y que viene a abonar al tema de que no es necesario acudir a la ficción para contar buenas historias. Si te gusta gozar la lectura, si quieres hacer un buen regalo, este es el libro indicado.