Cala de poemas
Cuando se escucha leer a los poetas sus textos, se piensa que la imprenta volvió a la boca, o a la garganta, instrumento y a la página partitura, y que por eso, aunque se escriba para ser leído en una página, lo que se plasma es la voz. Francisco Segovia no es ajeno a esta fascinación por la voz; ver cómo hace las inflexiones, cómo entiende su ritmo, su verso y su reverso, cómo al final quiere que lo oigamos. Porque leer es en cierta manera sinónimo de escuchar. Un poema es un laberinto de sonidos en el que el hilo de Ariadna es la voz. Segovia a lo largo de su poesía ha mantenido un horizonte claramente mitológico en sus textos, incluso en los más personales, pues sabe que el texto habla siempre del tiempo más allá del tiempo, del “otro tiempo”, de aquel que escapa de la duración, aunque permanezca en ella.