Rondas Nocturnas
La poesía, bien lo sabía Orfeo, comienza en un descenso a los infiernos. Todo lo que vale la pena ser expresado necesita estar por debajo de nosotros mismos. Nuestra persona es muy alta, nuestros sentimientos bastante hondos. El ocaso de nuestros afectos es la causa extática de la actividad poética. No queda nada más que precipitar la caída para permitir el ascenso. La poesía, como mediadora de lo otro del mundo, no tiene más remedio que alcanzar lo indecible por medio de la música y las palabras.
Tal es el acto que Rondas Nocturnas nos manifiesta en este encuentro de poemas. De noche y sola, dando vueltas en la cama, Mena transforma su cuerpo en el hogar de las palabras, de la anáfora y lo fatal. Compuesta en tres momentos, Rondas Nocturnas es una exhortación a la poética, lo salaz y el vacío. Desde Introspección, la obra nos conduce por la vía de la retórica y el oficio de vivir. En Desideratum, lo feral y procaz permiten enlazar aquello indómito que anida como un grito en nuestro cuerpo. Al final, siempre llega el Discernimiento, la zona liminar donde todas nuestras pasiones encuentran centro y luz. Como unos oficiantes que nos introducen al mundo, estos poemas presiden el albor de una literatura con memoria. Atravesando lo antiguo a partir de lo nuevo, esta obra recupera el secreto mejor divulgado:
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