Reseña

Revisar el paso de Paulo Freire por México y la forma en que su pensamiento fue acogido, interpretado, utilizado o reinventado (dependiendo de los casos) en este país, puede aportar elementos interesantes para reflexionar en torno a la vigencia de la educación freiriana y, sin duda, para tantear las dificultades que plantea su implementación (tan deseable y hasta necesaria). Hay obstáculos más o menos evidentes, reconocidos y bien analizados por el mismo Freire, que son la respuesta de los opresores (los que detentan el poder) para prolongar y justificar sus privilegios. Otros obstáculos son más sutiles, y para tantearlos resulta particularmente interesante el diálogo que mantuvo Freire con Iván Illich en Cuernavaca y más tarde en el extranjero; así como las formas en que el pensamiento freiriano fue institucionalizado y despojado de su aspereza política en programas técnicos de alfabetización. Es posible hallar iniciativas que se nutrieron (y se nutren) de los planteamientos freirianos sin salirse de México, en cierta medida reformulados a partir de las circunstancias propias, como las escuelitas zapatistas, que demuestran que otro mundo sí es posible. Tampoco bastará con buscar el hilo que vincula a Freire con este florecimiento tardío de su pensamiento: en el largo camino, sale a relucir una praxis que emerge de más abajo, definida desde y para el pueblo, y que quizá no constituye tanto una educación freiriana como las condiciones de su posibilidad. En definitiva, la experiencia mexicana puede aportar elementos interesantes para pensar a un Paulo Freire en nuestros días, que es el mismo de siempre.