¿Hubo esta vida o la inventé?
¿Qué ocultan las palabras ahí donde el mundo calla? ¿Cuál el envés del amor cuando la mirada dilata su asombro en la pequeñez que la circunda? ¿Dónde el testimonio de lo que alguna vez se fue y cabalgó en potro de fuego incinerando a su paso lo tenido por querido? Quedan las ascuas en rastro, el sabor seco de su humo, el cenizal donde un viento de cuchillas encuentra su revelación.
En Hubo esta vida o la inventé de Félix Suárez da cuenta de la pureza y la transparencia de lo que perdura, de aquello que esquiva, a través de la belleza de lo efímero, la mordedura de lo amargo. El poema salva al mundo de su destrucción, y enaltece la condición humana a pesar de su sesgada ira, de su sinrazón, y su rajadura; salva porque la tempestad pasa, y con los fragmentos que abandona tras de sí, Suárez recompone el sentido de la vida, toca la bondad del perdón, el consuelo de los que lo aman y halla en la poesía el impulso ascensional hacia un mayor conocimiento, ¿nacimiento?