Los muchos rostros de la ciencia
Cuando la ciencia comenzó a ganar terreno y pareció ser capaz de explicar todo, surgió como un tema recurrente la brecha, cada vez mayor, que se abría entre ésta y el humanismo. Pronto tomó fuerza la idea de que la ciencia, si bien era útil, ofrecía una visión empobrecedora del mundo e incluso constituía una amenaza a los valores éticos. Ese dilema sigue vivo hoy en día. Esta obra propone una visión multidimensional del problema, que considera que la ciencia tiene muchos rostros, y que, al estar enraizada en la cultura, debe contemplarse como parte esencial del ser humano, ya que éste no puede dejar de interrogarse acerca de las cosas que ve ante sí. “Se discute a menudo —escribe el autor— si la ciencia es o no parte de la cultura; pero esto suele hacerse en tono menor, como si la cultura fuese sólo lo que hay que saber para brillar en reuniones sociales. Pero nadie puede llamarse culto si no sabe nada de Einstein o Darwin, en la misma medida en que si ignora todo sobre Cervantes o Velázquez.”