Reseña

El acto poético es revelación. Tensa. Más que acuerdo es acorde. Tiembla. Es el envés. Siempre la otra cara, la siempre oculta. Tiene puentes entre una orilla y otra. Acontece en el encuentro del poema y el lector. No en uno u otro: es un acto de comunión. La poesía de Francisco Martínez Farfán es además invitación: Reto. No es condescendiente ni prematura: no se anticipa. Es el filo del vaso roto: es vértigo. Nos despierta a veces con la felicidad del espanto. CRIBA las palabras. Las separa de su simiente latente. Hace de la palabra un objeto insustituible. Reverbera. Crece lenta, sosegada, como la madurez dentro del fruto. Es transparente y se disuelve y permanece. Avanza. Su rastro son sus obras. Más que sentirla, la presentimos. Vemos lo que la circunda. Marginal, más que marginada. No atiende a los llamados de la moda. Se cierra sobre sí misma. Late. Es pulsión. Es llamado irrevocable. Es una luz imaginaria encendida en la noche. Es puerto. Es arribo. Es Faro. Está hecha de Tiempo. Se ciñe a su espacio siempre otro, siempre móvil. Lo que aquí habita es el rostro de hombres transmutados. El paso sin peso de agosto. La lengua huidiza. El Delirio.