Índice multidimensional para determinar la habitabilidad urbana de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Una casa o una vivienda, sociológicamente se convierte en el centro del desarrollo psico-social de las familias, predominantemente de las primeras infancias que son la base de nuestra sociedad. Tener un techo dónde habitar es parte de los derechos humanos universales y en el caso de nuestro país es una garantía constitucional. Rosseau (1832) menciona que, la más antigua de todas las sociedades y la única natural, es la de la familia. Este lazo es la primera noción que tiene un ser humano de su pertenencia a una sociedad, es el primer acercamiento a la realidad de las relaciones humanas. Lo que enmarca este primer suceso es el espacio, ese lugar denominado casa.
De acuerdo con ONU Hábitat, el derecho a la vivienda adecuada implica que los ciudadanos de todos los perfiles económicos y socioculturales tengan la posibilidad de acceder a una vivienda en función de las condiciones medioambientales en las que se encuentra la vivienda, tanto internas o externas las que definen parte de las condiciones de habitabilidad. Menciona en sus preceptos que la vivienda debe propiciar condiciones de vida de sus habitantes vinculada con la ubicación y/o su movilidad, con acceso a servicios básicos y complementarios de manera implícita esto tiene que ver con las dimensiones, los materiales de construcción, servicios e infraestructura básica, ubicación, etc., además de cuestiones subjetivas como las condiciones sociales y económicas que contextualizan el vivir diario de una persona.
La habitabilidad urbana vincula las necesidades humanas con las condiciones naturales del territorio, establece vínculos de desarrollo individual o familiar con otros grupos sociales integrados en un área urbanizada denominada ciudad. Bajo estos enfoques se analiza el área urbana de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, un centro de población arraigado en un espacio geográfico que ha inducido cambios espaciales a lo largo de más de 300 años, pero que se estudia desde 1856, donde la superficie habitable se estableció a lo ancho de la cuenca del río Sabinal, adaptándose a patrones de desarrollo que requieren de mecanismos de evaluación prospectivos que fortalezcan la visión futura de la ciudad hacia el año 2040.