De barro y de ceniza
La creación es una experiencia que se moldea en las manos. El barro es la materia que permite concebirnos en una urna, donde el río de la vida adquiere la forma de nuestros ojos, diamante orbital de las potencias. Consumidos, ya ceniza, más no consumados, es que la poesía brota donde nace el primer halo del ser, en la borra de lo que fue. He aquí a Hans Giébe que nos entrega un poderoso poema largo, que no sólo habla de la alquimia del fuego (sea en su cocción o su perene flotar) sino de la fuerza que une a una comunidad, la suya, esa que cuenta con un poeta para cantar la riqueza de la tradición, tan viva y latente en un pueblo donde los alfareros aún tratan de entender las estrellas.