Reseña

Soy una Weyward, y soy salvaje.
2019: Bajo el abrigo de la oscuridad, Kate huye de Londres hacia el destartalado Weyward Cottage, que heredó de una tía abuela a la que apenas recuerda. Cubierta de hiedra y con el jardín descuidado, la pequeña casa está a mundos de distancia del novio maltratador que atormentaba a Kate. Allí empieza a sospechar que su tía abuela tenía un secreto. Uno que merodea entre las paredes de la casa, escondido desde las cazas de brujas del siglo XVII.
1619: Altha está esperando su juicio por el asesinato de un granjero que murió pisoteado por su propio rebaño. De niña, la madre de Altha le enseñó magia, un tipo de magia que no se basa en hechizos sino en un conocimiento profundo del mundo natural. Pero las mujeres poco comunes siempre han sido consideradas peligrosas, y como los indicios de brujería apuntan hacia Altha, sabe que necesitará todo su poder para conservar su libertad.
1942: En plena Segunda Guerra Mundial, Violet está atrapada en la vasta y desmoronada finca de su familia. Encorsetada por las convenciones sociales, anhela la sólida educación que recibe su hermano, y echa de menos a su madre, que murió hace mucho tiempo, entre rumores de que se había vuelto loca antes de fallecer. Lo único que le queda de ella es un relicario con la letra W y la palabra weyward tallada en el zócalo de su habitación.
Entretejiendo las historias de tres mujeres extraordinarias a través de cinco siglos, Las mujeres Weyward es una novela cautivadora sobre la resiliencia femenina y el poder transformador de la naturaleza.