Reseña

Vista como farsa, resulta regocijante, para el lector y espectador actuales, la historia de una tía, mujer madura, que un buen día “se suelta el chongo” (diríamos en lenguaje coloquial) y empieza a tratar de quitarle el novio a su sobrina jovencita, para después casarse por segunda vez, a pesar de los achaques de su edad, hasta que la realidad se impone. Ésta fue la lectura que el finado dramaturgo Emilio Carballido (1925-2008) hizo de Vaya una tía (1877), obra de Manuel Gutiérrez, padre del famoso escritor decimonónico conocido como El Duque Job.
La fuente de inspiración de Manuel Gutiérrez había sido la comedia El sí de las niñas (1806), del escritor español Leandro Fernández de Moratín, donde un tío viejo pretende casarse con la “niña” que es novia de su sobrino. Es decir que Gutiérrez invirtió la situación al sexo opuesto. La obra antigua había tenido un objetivo moralizante: el provocar reflexiones acerca de los matrimonios desiguales por la edad. La versión que aquí presentamos de Vaya una tía ha sido adaptada como una farsa que ya ha sido influida por la teoría freudiana, más franca que la original y… muy divertida.