Rosario
Este es un correo de despedida, Ro. No habrá otro. No puedo engañarme, debes saber que no decidimos a quién amamos. Creí que había llegado a Italia rogando que me amaran, pero me equivoqué. Lo que me hizo ir, lo que quería con toda mi alma, era encontrara a quién amar. Pero es no lo elegimos nosotros. Acaso tampoco cómo desamar