Las moradas
De Las moradas se puede decir que es al pensamiento místico y a la espiritualidad cristiana lo que El Quijote a la novela o La interpretación de los sueños al psicoanálisis: obras prototípicas, que siempre crearán debate y a las que siempre se volverá. Santa Teresa escribió este libro en 1537, en
plena madurez literaria y mientras experimentaba lo que ella definió como un "matrimonio espiritual" con Dios. Desde entonces se ha reconocido la importancia de esta obra, no sólo en cuanto documento histórico y de devoción, sino además como obra maestra de la literatura a secas.
La antigua filosofía distinguía entre el conocimiento adquirido por el esfuerzo (la razón) y el conocimiento recibido por la mente (el intelecto) atenta que puede percibir la esencia de las cosas y llega a comprender lo maravilloso. Las moradas trata, precisamente, de las operaciones interiores
que se requieren para alcanzar este último estadio. El alma es un castillo interior, escribe Santa Teresa. Sola a través de las siete moradas o estancias de este castillo, el alma encuentra, andando a tientas, obstinada en su deseo, el poder perturbador de la sencilla "oración de Jesús".
Para muchos lectores de hoy, estas páginas podrán ser más útiles y vivificantes que cualquier otra forma moderna de "cura del alma". Este es, en efecto, más allá de las creencias de cada quien, un libro que ayuda a vivir. Con extrema dulzura, santa Teresa dice cosas de una gran audacia. Su
conocimiento del alma es sorprendente. A la sublime intensidad y precisión descriptivas sobre las propias experiencias en el reino de la oración y la meditación, une una connatural frescura en el modo de expresarse. Su palabra va un paso más allá de aquello que dice y de lo que el lector
entiende. Tal vez a eso se refería René Guénenon cuando precisó que Las moradas "no es un libro, es una cultura y la obra de un poeta".