Tiempo de llorar
Treinta años después del exilio, María Luisa Elío decide volver a la ciudad donde pasó su infancia, con la intención de hacer frente a los fantasmas del pasado. Tiempo de llorar da cuenta de ese viaje y de la imposibilidad de reconocerse en el lugar de origen. El desarraigo y las heridas de la guerra nos convierten en sombra de lo que fuimos, por lo que el relato de este viaje melancólico sería todo oscuridad, de no ser porque a Elío la acompaña su hijo Diego, de siete años, el contrapunto de ternura que restaura el sentido de su presente, lo que le permite volver a México e incursionar en un viaje interior mucho más complejo que atraviesa por la locura y desencadena con la escritura de los tres libros que aquí se compendian. Como afirma Aroa Moreno Durán en su prólogo: “No sabemos si debemos regresar a los lugares donde fuimos felices para sanarnos de ellos, no hay una única respuesta buena, pero a veces sí debemos volver para conseguir marcharnos, aunque solo sea un poco más lejos.”