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ISBN 978-607-29-3822-9

Por los senderos del Blues
Crónicas Raúl de la Rosa

Autor:De la Rosa Olivares, Raul
Editorial:De la Rosa Olivares, Jesús Raúl
Materia:Música
Público objetivo:General
Publicado:2022-09-13
Número de edición:1
Número de páginas:279
Tamaño:13.5x21cm.
Precio:$200
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Escuchar blues es una de las experiencias más sublimes que existen en el vasto territorio de la cultura musical.
Escribir sobre blues es una de las experiencias más gratificantes, arduas, deliciosas, demandantes, difíciles que existen en el vasto territorio del periodismo musical.
El maestro Raúl de la Rosa cumple ambas premisas: sabe escuchar blues y sabe escribir sobre blues.
Su perfil se completa gracias a una vida dedicada a esta música, desde la promoción de conciertos de ese género a partir de los años setentas, hasta entonces inexistentes en México, hasta la documentación del devenir presente.
A finales de los años setentas y principios de los ochentas trajo a México prácticamente a todos los dioses del Olimpo del blues.
Muddy Waters, John Lee Hooker, Willie Dixon, Big Walter Horton, Papa John Creach, Koko Taylor, Son Seals, Sony Terry & Brownie McGee, Big Joe Williams, Lightnin´ Hopkins, Magic Slim, Charlie Musselwhite….
Una lista interminable. El sueño de todo melómano convertido en realidad; un logro inimaginable hoy en día. Una serie de conciertos que marcaron para bien la cultura musical de México.
Quienes ahí estuvimos no podemos olvidar la pasión y el éxtasis multitudinario frente a esos colosos en acción, en el Auditorio Nacional y en la Sala Nezahualcóyotl, recinto de excelencia, dedicado a lo mejor de la música sin amplificación electrónica, donde como parte de los festivales de blues que organizó Raúl de la Rosa, un venerable anciano ciego, el maestro Blind John Davis, hacía alquimia con su piano de cola, trepado en un banco de madera más alto que sus caderas, de manera que en el momento más sublime de su concierto, el silencio fue cuarteado por el sonar de su botellita de licor plana, casi anatómica, que guardaba discretamente en una bolsa trasera de su pantalón.
Fueron los años de iniciación y ritual consagratorio. Era la época en que ser joven era sinónimo de pecado, irreverencia, revolución y por lo tanto la policía acechaba, hostigaba, perseguía a los muchachos cuyo único delito era disfrutar la música en comunión.
Hoy, a principios del siglo XXI, parece normal la realización de conciertos masivos sin mayores problemas para la fuerza pública. Sin embargo, lo que hoy es negocio antes, cuando Raúl de la Rosa trajo a México la mejor música popular del mundo, era francamente un acto subversivo.
Cómo olvidar las visitas del grupo cubano Irakere, donde todavía militaban Paquito D´Rivera y Arturo Sandoval, antes de huir del socialismo hacia el capitalismo sin pasar por otros ismos.
Aquel trabuco cubano construido por Chucho Valdés convocaba a legiones enfebrecidas. Cuando, por ejemplo, tocaban su versión del Concierto para Clarinete de Mozart y pasaron en un repentino cambio de compás del rococó al bailongo y a la frenética batería de congas, güiros, percusiones y guaguancó, se hizo uno de esos silencios improbables que ocurren en los conciertos de más altos decibeles y se escuchó entonces un grito proveniente de lo más profundo del graderío: “¡nunca se mueeeeraaaaannn!
O cuando, unos meses después, participamos de una ceremonia íntima y alucinatoria, un ritual de encantamiento y magia con el grupo de jazz de ultra vanguardia Art Ensemble of Chicago, que prendió una pira vertical de música en el Auditorio Nacional. Ese fue otro evento que hizo historia y que también fue organizado por el maestro Raúl de la Rosa.
O cuando en la Sala Ollin Yoliztli con los mismos organizadores de los festivales de jazz y blues (Marta De Cea y Gastón Martínez Matiella) organizan el I Festival de Tango y vimos en contra picada cómo se abría y cerraba el fuelle oscuro y poderoso del bandoneón de Astor Piazzolla, con su Quinteto de Tango, haciendo estallar la noche con Libertango, Biyuya, Adiós Nonino, sus obras maestras donde su violinista , Fernando Suárez Paz, El Negro Suárez, hizo rechinar las cuerdas detrás del puente del violín como nadie hasta la fecha, Kronos Quartet incluído, ha logrado hacer, y Pablo Ziegler pulió las perlas blanquinegras boquiabiertas del piano y Héctor Console abrillantó los chicotazos de su contrabajo y Oscar López delineó las sonrisas de su guitarra. El gobierno de los sentidos a partir de un bandoneón.
Y al día siguiente, como si faltara algo para que todo fuera perfecto, la gran orquesta de tango y milonga de Osvaldo Pugliese, él sentado al piano, Arturo Penón al frente de una batería de cuatro bandoneones, hizo temblar el escenario con la cintilación sensual del tango-baile.
Ese fue un festival de tango con sus mejores cultivadores en su momento en el planeta.
De manera que no solamente de blues vive el hombre. Y es por eso que Raúl de la Rosa ha traído a México muchos géneros de lo mejor de la música y precisamente de toda buena música, no solamente de blues, a veces jazz, a veces rock, trata la columna Tiempo de Blues que Raúl escribe en La Jornada.
Caballero de la pluma, dialoga en el umbral del concierto, de la representación escénica, de la ceremonia íntima: criba la forma sonata a tres tiempos: exposición, desarrollo, culminación, en las tres voceadas que escuchamos en el vestíbulo de la sala de conciertos o del teatro antes de que empiece la función: primera, segunda, tercera llamada.
Ese gesto de generosidad, de sincera humildad, entre otros rasgos de su sabia persona, me ha llevado a celebrar el privilegio de contarme entre sus amigos nombrándolo El Caballero de la Rosa, en un juego de palabras melómano, que alude a los deliciosos valses de la ópera El Caballero de la Rosa, del alemán Richard Strauss.
El gesto de generosidad consiste en que cuando termina el texto comienza la función, es decir que el público, el lector, tiene siempre la última palabra. Esa es la manera que como lector entiendo la división de los textos de la columna Tiempo de Blues en Primera, Segunda y Tercera Llamada.
Entonces, que comience la función, que dé inicio el concierto.
Disfrutemos esta colección seleccionada de Tiempo de blues, título que a su vez es referencia de otra de sus maneras de hacer cultura: su programa de radio que mantuvo durante una década en Radio Educación y ahora transita Por los Senderos del Blues en Horizonte 107.9 FM, del Instituto Mexicano de la Radio.
Dialogar con Raúl de la Rosa es un ejercicio delicioso, aleccionador, fructuoso. Al terminar la plática, el abrazo nos confirma más sabios, dotados de nuevos conocimientos, cobijados por la fuente nutricia de la reflexión.
Platicar con El Caballero de la Rosa es privilegio y gozo que ahora se escancia en letra impresa, en los textos que conforman este libro que se ofrece, entonces, como una invitación a conversar, a gozar, a reflexionar, a ser mejores personas merced a la música.
Recuerdo la voz tan peculiar, todo un caballero emergiendo en el micrófono del Auditorio Nacional, en los años setentas, en medio de una vocinglera inmanejable de jóvenes que ya querían que iniciara el concierto. Se oía la voz de El Caballero de la Rosa en el micrófono: ¡señoras y señores, con ustedes, Muddy Waters!
Abro los brazos y los oídos, me ubico yo ahora en el micrófono, para anunciar la buena nueva:
¡Señoras y señores, con ustedes, los textos de Raúl de la Rosa! ¡Que los disfruten!

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