Reseña

La importancia de Andrey Tarkovski en el cine contemporáneo se gestó desde que
obtuvo el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia con su primer largometraje,
La infancia de Iván, en 1962. Desde entonces, su influencia puede verse en la obra
de Alexánder Sukórov y Lars von Trier, entre otros muchos cineastas, así como en
el reconocimiento de su propia obra y el impacto de Esculpir el tiempo, donde ofrece
sus ideas del cine como arte, así como también su concepción de la imagen
cinematográfica, desde el guion hasta los problemas del rodaje, la realización
plástica, el papel de los actores, de la música y el sonido.
Esculpir el tiempo se origina en el largo ocio al que Tarkovski se vio forzado luego
de la filmación de Andrey Rubliov, película que Ingmar Bergman calificaría como la
mejor que hubiera visto. La profundidad de sus siguientes largometrajes (Solaris, El
espejo, Stalker, Nostalgia y Sacrificio, estos dos últimos realizados en el exilio) se
verá reflejada en la honestidad artística e intelectual de su libro. Esta obra
acompañó a Tarkovski los últimos quince años de su vida, en ella expone la
especificidad del cine: su naturaleza intrínseca, que le permite fijar el tiempo,
esculpirlo, darle un sentido espiritual; así como la relación con el público y la
responsabilidad del realizador, su concepción sobre el papel que el cine, y el arte
en general, desempeñan en el contexto más amplio de la sociedad, en sus alcances
estéticos, morales, históricos. Su carácter de total sinceridad y el hecho de que
trabajó en su redacción hasta semanas antes de su muerte, la convierten
inevitablemente en un testamento, cuya índole —nada “moderna”— seguramente
seguirá sorprendiendo a los lectores del siglo XXI.
Esculpir el tiempo no sólo es un libro de teoría cinematográfica, sino una
enriquecedora biografía autocrítica de uno de los cineastas rusos de mayor
influencia y originalidad en la historia de la cinematografía mundial, con únicamente
siete largometrajes.