Reseña

Solo cuatro años después de alcanzar su independencia, la nación mexicana inició su producción académica estableciendo su primera tradición científica: la museística. En efecto, en 1825 se fundó el Museo Nacional que, si bien se apoyó en modelos europeos, inmediatamente asumió y proclamó un timbre propio, el de constituirse con un enfoque educativo que nunca abandonó y que, dos siglos después, se mantiene intacto y comprometido.
Uno de los más importantes acuerdos nacionales en materia educativa fue la decisión de crear un museo que conjuntara y consolidara las razones para exaltar las peculiaridades del territorio, la población y la cultura propiamente mexicanas; que demostrara que merecíamos estar en el concierto de la naciones civilizadas, y sobre todo, que estudiara la información sobre la riqueza y variabilidad naturales, etnográficas e históricas para el aprovechamiento de los estudiosos y el adelanto del país. El Museo Nacional de México nació arropado por todos los proyectos de patria, y con un fin declaradamente educativo:

“Se reunirá y conservará en él, para uso del público, cuanto pueda dar el más exacto conocimiento del país en orden a su población primitiva, origen y progresos de ciencias y artes, Religión y costumbres de sus habitantes, producciones naturales y propiedades de su suelo y clima”

La presente publicación aborda la historia administrativa, académica y política del Museo desde su creación y hasta la víspera del Porfiriato, poniendo énfasis en su organización que condensa los afanes y visiones científicas de los estudiosos que, conjuntando academia y patriotismo, dedicaron su vida a la institución para engrandecer a México y dar a conocer sus maravillas históricas y arqueológicas.
El Museo Nacional es la primera cuna de la ciencia mexicana, a la vez que crisol de diversas corrientes de pensamiento filosófico, científico y político, pues dicha institución es, como cualquier otro museo nacional en el mundo, el primer escaparate de los diferentes proyectos de nación por los que luchan históricamente los diversos sectores sociales. Así, las ideas y conceptos que definieron las primeras salas de exhibición del Museo Nacional, las corrientes científicas que aportaron los profesores (hoy llamados curadores), las colecciones exhibidas, las cronologías establecidas, las cédulas explicativas, las conferencias impartidas, los cursos ofrecidos y las publicaciones editadas conforman, ni más ni menos, la esencia de nuestra identidad. Ese museo primigenio y los que en tiempos posteriores han derivado de él han tendido el sustrato de la mexicanidad, el habitante que en el siglo XIX quería conocer más sobre sus orígenes acudió con reverencia al Museo Nacional; el extranjero lo hizo con sorpresa, asombro y, finalmente, deleite. Y en este siglo XXI la experiencia se repite en los muchos museos nacionales, regionales, locales y otros.