Entre la inercia y la vanguardia. La pintura en Durango durante el siglo XIX
Lentamente han ido apareciendo estudios sobre la pintura, la escultura y las artes menores, pero hasta ahora la investigación que Adolfo Martínez Romero aquí presenta pretende incursionar en el siglo XIX, periodo en donde la formación de un país independiente, las influencias de países extranjeros y la formación de una burguesía local fueron cambiando en los gustos de los grupos consumidores de objetos de arte con respecto a las centurias pasadas.
El presente libro tiene dos grandes capítulos: el primero da cuenta de la situación de diversas expresiones artísticas en la ciudad de Durango y el segundo explora de manera particular el estudio de la pintura de esta centuria. Interesante esta propuesta, donde al final de este recorrido histórico el lector puede sacar sus propias reflexiones. A su vez, el capítulo segundo está dividido en dos conjuntos temáticos: en el primero se hace un contexto del nacimiento del estado de Durango en medio de una serie de dificultades de diversos tipos en los que la producción pictórica se vio disminuida respecto a los últimos años del virreinato. Fueron entonces las pinturas de viajeros que con visiones paisajistas románticas permitieron el conocimiento de un Durango rural y bucólico. En la parte correspondiente al porfiriato, la mejoría en la situación económica y la consolidación de las clases medias permitieron una mayor producción pictórica, misma que con obras de carácter historicista y obras juveniles realizadas en el Instituto Juárez y en el Instituto de Niñas dieron inicio a una etapa de la producción pictórica muy interesante para la localidad y que perduró, por lo menos hasta principios del siglo XX. Una mayor demanda se observa en las nuevas residencias de algunos duranguenses que buscaban obras ornamentales para ellas, desde bodegones para los comedores hasta paisajes y arreglos florales para salas y recámaras. Por supuesto, como el autor lo menciona, la llegada de Atanasio Vargas, un pintor de la Ciudad de México, y del que hasta ahora poco se sabe, fue un parteaguas para la historia de la pintura en Durango.