Laboratorios en la selva
Campesinos mexicanos, proyectos nacionales y la creación de la píldora anticonceptiva
En la década de 1940, cuando el mundo entero buscaba afanosamente sustancias que permitieran sintetizar en el laboratorio hormonas esteroides humanas como la cortisona y la progesterona (en esos años se extraían de ovarios de puerco, testículos de toro u orina de caballo o yegua), los químicos descubrieron que una humilde raíz silvestre mexicana, el barbasco, producía grandes cantidades de diosgenina, un notable precursor de hormonas que permitió por fin la producción barata y masiva de progesterona, lo cual derivó en la creación de la píldora anticonceptiva. La demanda de barbasco por parte de empresas farmacéuticas se incrementó a tal grado que el gobierno mexicano, en un afán por explotar el recién descubierto “oro verde”, monopolizó la producción de barbasco y de diosgenina. Este hecho llevó a México, y a los campesinos mexicanos, a asumir un papel preponderante en la industria farmacéutica mundial. Con Laboratorios en la selva, obra ganadora en 2010 del premio Robert K. Merton otorgado por la Asociación Sociológica Americana al mejor libro de ciencia, Gabriela Soto Laveaga traza una ruta poco transitada en la historia de la ciencia, y nos invita a reformular nuestras concepciones sobre dónde y quiénes son capaces de generar hitos científicos que impactan en la sociedad humana en su conjunto.