Hoy es el apocalipsis
Si el fin del mundo ocurre a cada instante, los 10 relatos breves que componen esta colección constituyen otras tantas muestras narrativas de apocalipsis cotidianos, locales e incluso domésticos. En el marco de la Biennale, un artista contemporáneo realizará una performance que decidirá el destino trágico de la ciudad de Venecia. Una mañana, un inmenso cetáceo aparece varado en el estanque de un parque madrileño. El insomnio de un jornalero inmigrante puede ser la pesadilla de un acaudalado rentista. Desenredar los cables de unos auriculares deviene (en una explícita parodia del cuento de Cortázar “No se culpe a nadie”) en una batalla perdida contra las fuerzas del caos. Un joven se enfrenta en el metro a cinco agónicos y aterradores minutos de desconexión digital. Larry King se dispone a entrevistar a Dios en los estudios de la CNN. En una residencia geriátrica durante la pandemia, una cuidadora libra una impotente y desesperada lucha contra la muerte y el abandono institucional. Un matrimonio maduro descubre que la muerte de su mascota supone la desaparición del último lazo que los mantenía unidos. La rebelión de los correctores automáticos crea un caos universal similar al de Babel. Un individuo sale a comprar el pan y descubre al regresar que su apartamento ha sido ocupado por una misteriosa presencia.
En los relatos de Hoy es el apocalipsis, la ciudad y la naturaleza, el individuo y la tecnología, el orden y el caos, la realidad y el absurdo, lo natural y lo sobrenatural convergen y colisionan de un modo a veces violento, a veces devastador, las más de las veces ridículo, en el marco de un progreso y una modernidad que, como aseveraba Walter Benjamin, parecen fundados en la idea de catástrofe. Y en donde el humor y la más feroz ironía se esgrimen como elemento exorcizante o plus de goce, si no para conjurarla, al menos para hacerla soportable e incluso disfrutable.