Filosofía de la guerra
Modernidad y mundo contemporáneo
Asociar la filosofía y la guerra puede parecer en principio un despropósito dada la contrastante naturaleza de ambas cosas. El nombre de la primera trae de inmediato a la mente la capacidad humana de plantearse cuestiones sumamente complejas y abstractas, aparentemente lejanas de las preocupaciones del día a día. Siendo exagerada y hasta un poco ridícula la imagen del filósofo como un ser extraviado en sus reflexiones, sin duda es cierto que su disciplina está casi siempre confinada al mundo académico y lo que ahí se investiga y los resultados que se obtienen difícilmente salen a la luz pública, como sí lo hacen los descubrimientos de las ciencias duras o de las ciencias económicas. Por otra parte, la guerra es algo tan familiar y, en apariencia, tan irremontable que parece no necesitar de razonamientos muy elaborados, algo tan importante y al mismo tiempo tan atemorizante que la sabiduría convencional sugiere que entre menos pensemos en ella, mejor.
Además, la guerra es acaso el fenómeno humano más “mundano” posible. Las guerras se emprenden por motivos de índole económico-política, cuando no por fundamentalismos de orden religioso. Ello sin hablar de los desastres materiales y el sufrimiento humano que ocasionan. Y, no obstante, la filosofía y la guerra tienen una historia compartida. El interés filosófico no es por las guerras, sino por La Guerra, su naturaleza, su posible justificación, así como sus causas y sus efectos en la sociedad humana. Nada de esto ha escapado al escrutinio de la filosofía desde hace más de 2 000 años.