mea culpa
Todo él emanaba esa sensación de muerte, como cuando las frutas
se pudren, el rostro, su rostro reseco cortado, ojos saltados
parecía que habían recibido una gran impresión, labios partidos
y un dolor en el estómago que lo doblaba. Le di un par de monedas
con las que le mantendrán en el ciclo autodestructivo. Pensé
en mi viejo, en su furia de la que sus hijos no entendíamos,
amenazando a mi madre con sus llegadas a deshoras en la noche
y odiando a medio mundo, y uno solo esperando que acabara
el maldito infierno que gratuitamente nos habíamos ganado.
De alguna manera nos hemos desviado del camino, perdidos
en tantas formas. Se hace de todo y todo es inútil, campañas
pro-rehabilitación, folletos, libros, conferencias, incentivos, bla,
bla, bla, nada detiene el monstruo que se multiplica como una
mancha voraz por doquier. La prohibición es el mejor incentivo,
contrabando, muerte, crisis, capos aquí allá como hongos llenándose
los bolsillos a placer. Para que esta pesadilla funcione
se necesita de muchos en todos los órdenes, políticos, económicos,
sociales. La plaga levanta imperios poderosos chorreantes
de sangre y dolor, los gobiernos contaminados inmovilizados
una herida social y cuyo tiempo de sanar parece no llegar.