El desgraciado de Feliciano
y otros cuentos
Victoria Martínez Barrón me gusta por atrevida, por acudir invariablemente a los retos que la vida le ha impuesto en un fragroso e incesante recorrido. Sola, acompañada de los duendes, de los bosques, de la imaginería. Tuve el privilegio de escuchar los colores y tonalidades de su niñez y adolescencia. Pude darme ciuenta del tamaño de esta guerra cuando se desnuda infatigable…
Porque la narrativa de Victoria está impregnada de esa nostalgia de su tierra natal, San Juan del Rio. Porque leer sus cuentos es descubrir todo un mundo cotidiano y realista, pleno de minuciosas descripciones que nos llevan palmo a palmo por esos paisajes de su pueblo natal por donde el aire se cuela hasta los huesos. Porque en su pueblo, ahora ciudad, “también hace aire”, como ello lo dice y ahí también suceden historias que las lleva muy ppresentes y las recuerda a menudo como su hubiesen pasado ayer.
Porque en su narrativa nos trapa magistralmente en cada escenario de esas historias, para conducirnos en la trama de sus personajes que nos cuentan su vida con una problemática real, con santo y seña, sin olvidar detalles, por insignificantes que sean.