Reseña

La encontré mirándome una vez más, durante el desayuno,
mientras yo cerraba el ojo derecho para leer
más fácilmente, con el izquierdo, la caja del cereal.
Seguro cree que no me doy cuenta, pero sé que tenerme
lejos el resto del año le hace redoblar su vigilancia
en el verano, que regreso a su casa. No lo soporto,
quisiera cerrarle los ojos, pegarle los párpados con la
goma de encuadernación que usa para los libros artesanales
producidos por su editorial.
Mamá nunca dejó de poner, al verme, esa mirada
que nació con el vendaje, tras la operación. Cuando
me sacaron del quirófano en silla de ruedas me
miró como quien mira a un gatito herido: asustada,
culpable y sin saber qué hacer. El parche solo duró
un día prendido a mi cara, pero a partir de entonces
me miró como si estuviera siempre ahí, o como
si ocupara su lugar algo peor; un hoyo oscuro o un
nido de gusanos.

(Fragmento) Ana Reza