Reseña

Desde su primera obra, Ramón Martínez Ocaranza no tuvo conseciones ni con el lector ni con los poderosos abusivos. Además de su talante lírico y la fuerza expresiva y metafórica de sus versos, el estilo era evidencia del carácter mítico de su simbología. El humor es también un aditamento que lo colocaba ya, en una poética que no sería complaciente y que pondría en jaque a quienes increpa en sus poemas. Al pan pan y al vino vino es también una muestra de maestría en su conocimiento de las estructuras clásicas, en este caso el soneto: que bien se sabe su conocimiento de la mitología grecolatina era bastante, pero su interés por recuperar la cosmogonía purépecha ya estaba presente. En su Ávido amor, el amor es una fuerza para la lucha. Y la amada es la energía elemental que lleva a la locura, entropía de lo posible. Así como la muerte “enemiga” es la conciencia de lo pequeño que son los humanos y el inmenso misterio eterno de saber que nada es la verdad, sino el proceso constante de develar su sentido y la nueva pregunta. Sea así la reunión de estos tres libros un masaje al corazón, capaz de despertar de la indiferencia a las mentes que lo lean.


Andrés Cisneros de la Cruz