La deconstrucción de lo político
El nacimiento de la pedagogía crítica de la cotidianidad
Este trabajo, el cual titulé La deconstrucción de lo político, es una obra que propone uno de muchos caminos hacia la transformación social —sin caer en el sentimiento de pretenciosidad jerárquica del mesías—, pero partiendo de la idea de que la cotidianeidad legitima el sistema imperante y hegemónico en el que vivimos el global de la gente, esto es, el Capitalismo colonial y patriarcal, ha desarrollado, en sus entrañas, la pedagogía del engaño, imponiendo, material y espiritualmente, una visión del mundo, que ha pasado como natural: como objetividad del mundo.
De esa manera, la objetividad se entiende como hechos concretos “sin ideología” que son incuestionables, dado que los opresores nos han hecho pensar que suceden, bien por un factor religioso, es decir, predeterminados —mecánicamente— a que se realicen, o por un factor economicista, en el cual no me he esforzado lo suficiente para conseguir una mejor vida.
De ese modo, nos han impuesto, socialmente, sueños y deseos como necesidades de querer lo que los opresores tienen: carros lujosos, casas enormes, cuerpos perfectos y amor por borbotones, sin embargo, todo es una gran estafa, pues el amor no está en las cosas sino en los momentos que compartimos los otros con las otras; el amor es siempre comunitario, quiero decir, político.
Lo que ha hecho la pedagogía del engaño —la enseñanza burguesa— es poner el odio en el centro de nuestras acciones, éste es el factor decisivo para movilizarnos de forma mecánica, tal cual robots, estamos programados/as en el miedo y la envidia que da como resultado el odio. Esto quiere decir que para odiar tuvimos que haber conocido antes el miedo y la envidia: miedo a no ser como el padre quiere, miedo a no encontrar a la pareja perfecta, miedo a no tener una casa o un auto, miedo a no quedarme en la institución educativa que quiera, miedo a no encontrar el empleo soñado y, por supuesto, miedo a la libertad. En consecuencia, al no poder llenar las expectativas comenzamos a envidiar, quiero decir, a odiar, y actuamos en consecuencia.