Reseña

Reza el brusco refrán que “Para lenguas, campanas y pan, sólo Tepotzotlán”. Las campanas refieren lo barroco de nuestro pueblo, simbolizado en el colegio jesuita sede del Museo Nacional del Virreinato. El pan, además de apunte gastronómico, es metáfora de los aromas provincianos que aferramos mantener. Y lo de lenguas, bueno, eso es algo más profundo. Habla de nuestra divertida, aunque a veces insana, inclinación por el chisme. El chisme, deporte predilecto de nuestros pueblos. El chisme, sí, aunque en ocasión de este libro es origen de las crónicas, leyendas y tradiciones que mantienen con vida al dios jorobado Cogüe y que recoge con su pluma Juan de Dios Maya Avila, marqués de Las Cabañas Clavillazas, tameme de Tres Cabezas, jorobado de Dos Jorobas, caballero de la Tercera Orden del Pulque de San Miguel Cañadas, aparición de Zanja Real, nacatero, tlachiquero, tinterillo y escritor e hijo lengua larga de esta insigne tierra azteca y otomí llamada Tepotzotlán Ncogüe.