Salud integral comunitaria
Un ejercicio transdisciplinario en escuelas de educación pública en México
Los capítulos que se presentan a continuación son el resultado de la primera etapa del Proyecto de Investigación e Incidencia en Alimentación y Salud Integral Comunitaria en cinco comunidades escolares de la Zona Centro del país: Alpuyeca, Morelos; Naucalpan, Estado de México; Iztapalapa, Ciudad de México, y Región Mazahua del Estado de México e Hidalgo (ANIMAH). Proyecto auspiciado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías. Nuestro equipo de investigación es multidisciplinario y está conformado por nutriólogos, médicos, psicólogos, pedagogos, antropólogos, geógrafos, economistas, sociólogos, biólogos, agrónomos, enfermeras, odontólogos y artistas, todos ellos dedicados al estudio de la comunidad desde sus diversas profesiones.
El sentido profundo que caracteriza esta investigación es que considera los conocimientos y prácticas de las escuelas en sus vínculos estrechos con comunidades y organizaciones sociales con experiencia en la autogestión, denominadas “maduras”, como plataforma para el desarrollo de estrategias colectivas de salud. De ahí que el proyecto tenga como objetivo fortalecer y convalidar las actividades de promoción de salud que, durante algunos años e incluso décadas, estos espacios escolares han venido desarrollando.
Las comunidades escolares que integran este proyecto, ligadas a sus comunidades locales, recuperan saberes ancestrales en sus prácticas pedagógicas. Lo hacen no sólo como una práctica académica o simbólica sino con la doble finalidad de fortalecer la salud física, emocional y social de los infantes, y de fortalecer su capacidad crítica y práctica para enfrentar la vida. Cada una de las comunidades escolares ha desarrollado una práctica singular en la defensa del medio ambiente, del territorio, de la cultura, de la reparación del tejido social, etcétera.
Los contextos en que se ubican las comunidades escolares son asfixiantes en más de un sentido: contaminación ambiental, mala alimentación y crimen organizado, todo ello asociado a la pobreza y al mercado de valores de uso nocivos, generando ambientes insalubres y obesogénicos, plagados de enfermedades físicas y mentales, y de violencia intra y extrafamiliar en aumento. Todo esto es lo que intentan contrarrestar las escuelas participantes en el proyecto, con miras a ofrecer a sus niños y niñas espacios alternativos en los que se preparen para comprender su sociedad y en los que aprendan que es posible participar en su transformación.
El diagnóstico arrojó los siguientes resultados: la obesidad está presente en más de 20 % de los estudiantes; el riesgo cariogénico se encuentra presente en más de 90 %; entre el 10 y el 20 % de los niños no desayunan antes de acudir a la escuela; el estrés es una condición en la mitad de los estudiantes, y los problemas de concentración son reportados en un tercio de dicha población. Aunado a ello, se observan procesos de desgaste del arraigo identitario, lo cual es producto de la sociedad de consumo y de un uso insano de las nuevas tecnologías. Fueron identificados algunos signos de enfermedad en menos del 10 % de los estudiantes, pero se detectaron algunos casos de niños en edad preescolar y primaria que ya habían sido objeto de alguna intervención médica importante.
Una de las necesidades más básicas y elementales identificadas en el transcurso de la investigación fue la frecuente escasez de agua que sufren las comunidades y, por ende, las escuelas. Las narrativas y la observación situada señalaron que, al no haber agua en las escuelas, se dificulta la limpieza de las aulas, el uso de los baños, el lavado de manos y dientes, y, ni que decir tiene, la creación y mantenimiento de huertos escolares o la operación del comedor, etcétera.
Debido a la estrecha relación que guarda el agua con la salud, el proyecto ha puesto una particular atención en impulsar tecnologías ambientales sencillas, como la instauración de cisternas de captación de agua de lluvia y otras tecnologías ecológicas que favorezcan el buen uso y el reuso del agua empleada en las escuelas.
Una importante práctica de salud que han desarrollado estas comunidades escolares apunta a garantizar una comida al día para estudiantes y maestros. Su objetivo es ofrecer un menú propio, sabroso y nutritivo, según el grado de agencia de cada una de las escuelas. La iniciativa ha requerido del apoyo de la comunidad de padres de familia, quienes participan en la elaboración de los alimentos, la compra de insumos y el aseo del comedor. Particularmente los espacios de la cocina y el comedor son considerados áreas de aprendizaje en las que además de la salud nutricional, se recuperan los lazos afectivos y la identidad de la comunidad escolar.
Poco a poco, por cuenta propia, estas escuelas han ido adquiriendo conocimientos para sustentar científicamente sus propuestas alimentarias y hacer partícipes a los padres de familia. El proyecto se propuso fortalecer dichas prácticas, sin pretender sustituir el ejercicio de la autogestión (asambleas, tequios, faenas, etcétera) que las comunidades han desarrollado.
De la misma forma, los espacios de la propia escuela han sido recuperados como refugios de salud en los que, además de desarrollar actividades académicas y actividades recreativas, maestros y estudiantes acuden para resolver alguna situación emergente.
Un ejemplo es el empleo del huerto, del traspatio o del gallinero, que además de servir como recurso didáctico, es empleado por los profesores como espacio para la contención y tratamiento de emociones difíciles de manejar con una eficacia sorprendente, por lo que el proyecto ha privilegiado la recuperación de este saber local y lo ha complementado con propuestas tanto individuales como colectivas para una mejor atención emocional.
Otra estrategia importante desarrollada por las comunidades escolares para promover la salud son los espacios de difusión de la cultura. En la escuela “17 de abril de 1869”, ubicada en Alpuyeca, Morelos, encontramos una radio escolar indígena que se dedica a promover los saberes locales y que durante la pandemia, por ejemplo, ayudó a mantener cohesionada a la escuela y a los padres de familia. También se promueven funciones de cine familiar en el que los niños y sus familias conviven y debaten sobre los temas de interés.
Otra estrategia desarrollada en la escuela José de Tapia Bujalance, Iztapalapa, Ciudad de México, fue la de hacer de la biblioteca uno de los principales puntos de encuentro comunitario; ahí se congregan personas de toda la colonia que acuden a su consulta y usan el espacio para la organización barrial y para grupos de estudio, para debates y conversatorios.
El trabajo del proyecto ha consistido en apoyar y enriquecer a estos colectivos, hasta lograr que ellos mismos se consoliden como centros de replicación de su propia experiencia integral de salud, de manera que vayan más allá de sus entornos inmediatos beneficiando a otras comunidades con su ejemplo.
A través del apoyo institucional y de un diseño de políticas públicas adecuadas a las diversas realidades particulares del país, la escuela pública puede servir como punto de partida para impactar consistentemente en los hogares y en los entornos locales. Nos atrevemos a afirmar, con base en la experiencia recogida en estas comunidades escolares, que numerosas escuelas del país ya desarrollan muy diversas formas y estrategias pedagógicas situadas muy valiosas, aun cuando ello difícilmente se pueda ver reflejado en las estadísticas institucionales. La promesa que plantea la Nueva Escuela Mexicana de la Cuarta Transformación de incorporar a la comunidad a la vida escolar, tiene un gran reto, y la investigación colaborativa que aquí presentamos ciertamente contiene importantes elementos para la realización de este constructo colectivo nacional.
En conclusión, el trabajo de investigación de esta primera etapa consistió en sistematizar los conocimientos y saberes de los actores locales (maestros, líderes comunitarios, padres y madres de familia, estudiantes y profesionales de la salud), y hacer un diagnóstico de salud, no sólo de enfermedad, a través de métodos simples que están al alcance de la comunidad escolar, que no son invasivos sino éticos y respetuosos de su integridad, y que ayudan a indagar las problemáticas que afectan la vida, el bienestar y el desempeño de las actividades de los niños en su escuela en las que podríamos incidir favorablemente.
Tomando dicho diagnóstico colaborativo como base, se elaboraron las actividades estratégicas que contribuirán, en la segunda etapa de incidencia, a fortalecer científicamente las prácticas escolares que los colectivos han venido realizando.
La nueva forma de hacer ciencia que estamos creando y recreando con las comunidades escolares, reconoce y recupera sus prácticas vitales, con el fin común de incidir adecuadamente en los diversos campos de la ciencia de la salud de manera transdisciplinar, que nos permita arribar a una producción y promoción sustantiva de la salud, que verdaderamente logre contrarrestar la crisis sanitaria, cuyo saldo negativo dolorosamente se expresa en el creciente número de niños y niñas con enfermedades crónico-degenerativas en nuestro país.
Los capítulos de este libro tienen la intención de contribuir a ese noble propósito.