Fantasmas
En el poemario de Fantasmas Jiménez Olmos se deja llevar por la memoria que se resiste a su forma natural, la crónica, para mostrarnos un collage de emociones que aparecen en asaltos lacerantes, emulando la experiencia caótica de quien tantea un respiro para desenmarañar las madejas del recuerdo; se abandona a los caprichos de una evocación casi mística, con la capacidad de traducir las cicatrices que se le presentan al tacto invisible de la razón.
Des-cubrir en la pérdida, en la aparición: más allá de los prefijos, algo sale a la luz y algo permanece oculto, no todo se des-vela y queda la sensación de que algo se entierra más profundo, cada vez que se vislumbra una breve, epidérmica, posibilidad.
Mónica Jiménez viaja por los rincones más oscuros del recuerdo, pero se da tiempo de asomarse a la ventana a la espera de la aurora; lo que fue es, pero también existe, en un presente figurado, lo que será, visto apenas en la penumbra que dejan las ausencias, en contornos claros que invitan a acercarse a medida que la luz ilumina.
Fantasmas, es una voz que grita no por miedo, sino por necesidad, que quiere ser escuchada tanto afuera como adentro, es la voz de quien urge dar voz a las muecas enclaustradas.